Pedro Páramo. Capítulo 25. Página 47.
La noche. Mucho más allá de la medianoche. Y las voces:
-...Te digo que si el maíz este año se da bien, tendré con qué pagarte. Ahora que si se me echa a perder, pues te aguantas.
-No te exijo. Ya sabes que he sido consecuente contigo. Pero la tierra no es tuya. Te has puesto a trabajar en terreno ajeno. ¿De dónde vas a conseguir para pagarme?
-¿Y quién dice que la tierra no es mía? -Se afirma que se la has vendido a Pedro Páramo.
-Yo ni me le he acercado a ese señor. La tierra sigue siendo mía.
-Eso dices tú. Pero por ahí dicen que todo es de él.
-Que me lo vengan a decir a mí.
-Mira, Galileo, yo a ti, aquí en confianza, te aprecio. Por algo eres el marido de mi hermana. Y de que la tratas bien, ni quién lo dude. Pero a mí no me vas a negar que vendiste las tierras.
-Te digo que a nadie se las he vendido.
-Pues son de Pedro Páramo. Seguramente él así lo ha dispuesto. ¿No te ha venido a ver don Fulgor?
-No.
-Seguramente mañana lo verás venir. Y si no mañana, cualquier otro día.
-Pues me mata o se muere; pero no se saldrá con la suya.
-Requiescat in paz, amén, cuñado. Por si las dudas.
-Me volverás a ver, ya lo verás. Por mí no tengas cuidado. Por algo mi madre me curtió bien el pellejo para que se me pusiera correoso.
-Entonces hasta mañana. Dile a Felícitas que esta noche no voy a cenar. No me gustaría contar después: "Yo estuve con él la víspera."
-Te guardaremos algo por si te animas a última hora.
Se oyó el trastazo de los pasos que se iban entre un ruido de espuelas.