Pedro Páramo. Capítulo 24. Página 47.

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Oí que ladraban los perros, como si yo los hubiera despertado. Vi un hombre cruzar la calle:

-¡Ey, tu! -llamé.

-¡Ey, tú! -me respondió mi propia voz.

Y como si estuvieran a la vuelta de la esquina, alcancé a oír a unas mujeres que platicaban:

-Mira quién viene por allí. ¿No es Filoteo Aréchiga?

-Es él. Pon la cara de disimulo.

-Mejor vámonos. Si se va detrás de nosotras es que de verdad quiere a una de las dos. ¿A quién crees tú que sigue?

-Seguramente a ti.

-A mí se me figura que a ti.

-Deja ya de correr. Se ha quedado parado en aquella esquina.

-Entonces a ninguna de las dos, ¿ya ves?

-Pero qué tal si hubiera resultado que a ti o a mí. ¿Qué tal?

-No te hagas ilusiones.

-Después de todo estuvo hasta mejor. Dicen por ahi los díceres que es el que se encarga de conchavarle muchachas a don Pedro. De la que nos escapamos.

-¿Ah, sí? Con ese viejo no quiero tener nada que ver.

-Mejor vámonos.

-Dices bien. Vámonos de aquí.

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