Pedro Páramo. Capítulo 32. Página 60.

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-¿No me oyes? -pregunté en voz baja.

Y su voz me respondió:

-¿Dónde estás?

-Estoy aquí, en tu pueblo. Junto a tu gente. ¿No me ves?

-No, hijo, no te veo.

Su voz parecía abarcarlo todo. Se perdía más allá de la tierra.

-No te veo.

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